Quantcast
Viewing latest article 3
Browse Latest Browse All 10

El Partido Comunista se retrata en su mezquindad

Sabrán que la sesión anual de la Asamblea Nacional Popular, que se celebra estos días en Pekín, no sólo es una gran mentira, sino que no sirve absolutamente para nada. En Occidente tiene, sin embargo, cierta resonancia mediática principalmente porque, dado el hermetismo habitual del régimen chino, es una de las contadas ocasiones para tratar de intuir qué se cuece en el seno de la dictadura.

Desde luego, cualquier parecido con una Cámara legislativa al estilo democrático es pura coincidencia, por mucho que la prensa oficial china nos indigeste el desayuno con esas obscenas fotos en las que se ve a un puñado de delegados de Tíbet o Xinjiang envueltos en Tiananmen en trajes tradicionales. Hay que ser caradura para encima querer pasar por ejemplo de tolerancia.

En fin, que en la mencionada Asamblea se debate mucho pero no cambia absolutamente nada, porque las leyes y las políticas ya están decididas de antemano por el omnipresente Partido Comunista chino (PCCh), que como saben decide hasta el número de hijos que pueden tener los chinos. Así que los casi 3.000 delegados se dedican, mayormente, a refrendar la legislación propuesta en votaciones de máximo consenso. Nada nuevo: las apariencias y el modus operandi clásico de las dictaduras.

Con todo, en la sesión anual de este año llevamos tres intervenciones de cierto interés. La primera, las dos horas y media de discurso rocoso del primer ministro, Wen Jiabao. No quiero ni imaginarme al habitualmente soñoliento Pedro Solbes asistiendo a uno de ellos, porque dudo que aguantara más de un asalto. Y a los chinos, que en una reunión de una hora son capaces de responder sin despeinarse 12 veces al teléfono y enviar otros tantos sms, les salta el automático cuando la cultura que no se respeta es la suya.

Así que Solbes roncando en el Gran Palacio del Pueblo sería “una ofensa al pueblo chino” que tendría consecuencias: España dejaría de ser “el mejor amigo de China dentro de la UE”, como gusta presumir a la diplomacia española, y ya no les podríamos exportar ni jamón.

En fin, volviendo a Wen Jiabao: se marcó un discurso en clave económica que confirmó que China está en apuros y que al PCCh le alarma un estallido social. Así que ahora dicen que van a hacer lo que no han hecho durante los últimos 30 años: dar prioridad al gasto social.

El segundo discurso inestimable fue el del presidente chino, Hu Jintao, quien se acordó del Tíbet en la víspera del 50 aniversario de la insurrección tibetana que acabó en baño de sangre y con el Dalai Lama en el exilio. “Tenemos que construir una Gran Muralla en nuestra lucha contra el separatismo, salvaguardar la unidad de la madre patria y propulsar la estabilidad a largo plazo del Tíbet”, dijo sin ponerse colorado. Pues qué quieren que les diga, personalmente me da vergüenza ajena el comentario.

Después de las barbaridades que llevan haciendo los chinos en Tíbet desde 1950, incluida la represión de 1989 que lanzó Hu Jintao siendo secretario del PCCh en Tíbet, da eso, vergüenza ajena. Habría que preguntarle qué es lo que les queda por hacer allí, cuánto más sufrimiento están dispuestos a sembrar después de que en el camino hayan quedado 1,2 millones de muertos de entre una población de seis millones -según fuentes tibetanas-, además de una cultura aniquilada.

Tanto el presidente como esta dictadura cruel que ha masacrado sin descanso desde que Mao Zedong invadiera el territorio, se han retratado perfectamente. Una vez más.

Igual que el número dos de la jerarquía comunista, Wu Bangguo, quien en el tercer discurso para la posteridad se retrató de pies a cabeza. “China no será nunca una democracia. Nunca adoptaremos el sistema de los países occidentales ni introduciremos un sistema multipartidista. Aunque los órganos del Estado tienen distintas responsabilidades, todos se adherirán a la línea, principios y políticas del PCCh”, dijo también sin pestañear.

Desde luego, no es ninguna sorpresa para quien no tenga un cuadro de fiebre amarilla.

Pero quizás es el momento de preguntar a toda esa legión de incondicionales, desde la vicepresidenta del Gobierno, María Fernández de la Vega, hasta los empresarios y consultores occidentales con agenda que necesitan creer a toda costa no sólo en China, que sería legítimo, sino en el PCCh, si siguen pensando que la prosperidad económica acabará impulsando la reforma política. La milonga esa, que roza lo indecente y lo mentiroso, fue lo primero que me dijeron cuando llegué a China hace ahora casi seis años.

El PCCh no compartirá jamás el poder, a ver si se enteran algunos. O lo pierde porque se viene todo abajo y estalla una revolución, que es como siempre han acontecido los cambios en China, o se aferra a él y lo monopoliza con mano de hierro. En cualquier caso, retratada queda, estos días, la mezquindad del PCCh.


Viewing latest article 3
Browse Latest Browse All 10

Trending Articles