China ha cambiado mucho en estos últimos 60 años, cuando se fundó la República Popular, pero los tics paranoicos de la dictadura siguen igual de vigentes que siempre. Pekín vestirá mañana sus mejores galas para celebrar seis décadas de poder comunista con un macro-desfile militar típicamente norcoreano.
Como ya ocurrió durante los Juegos Olímpicos del pasado año, será una fiesta privada del Partido Comunista chino (PCCh). Ya saben, aprovechan los aniversarios positivos -como la fundación de la república- para justificar su existencia, mientras que los negativos -la masacre de Tiananmen- sirven para apretar las clavijas y reprimir a placer.
El caso es que estos días todo el mundo es un enemigo potencial. La capital, especialmente las inmediaciones del centro y la plaza de Tiananmen, está literalmente tomada por el despliegue militar y policial esperado. Desde hace semanas hay más de 200 controles en los accesos la capital, para impedir que los chinos de a pie puedan participar de la fiesta nacional. Es la limpieza habitual.
Están prohibidos también los fuegos artificiales y se ha impedido que otras ciudades del país hagan cualquier tipo de celebración por el aniversario. Si el chino común quiere vibrar y emocionarse, que lo haga por televisión. Porque claro, el monopolio de la conmemoración corresponde en exclusiva al PCCh, poder omnipresente del gigante asiático.
Tampoco faltan las restricciones en visados, tráfico aéreo, rodado y de mercancías, mientras que metro, edificios enteros de oficinas, comercios y colegios han sido obligados a cerrar total o parcialmente. El aeropuerto de la capital permanecerá mañana completamente cerrado y la censura y bloqueo en Internet llevan semanas en pleno apogeo.
Hay más. Está prohibido volar cometas y palomas mensajeras y han lanzado una campaña de exterminación contra ratas, cucarachas y mosquitos, considerados en esta ocasión enemigos de la patria. Aunque no tan enemigos como la prensa extranjera, que a 15 horas del magno acontecimiento no sabemos aún si podremos acceder al desfile.
La mayoría solicitamos la pertinente acreditación, que nos fue concedida, pero dicha acreditación da sólo acceso a una sala de prensa donde el régimen canaliza la propaganda. Para ver el desfile esperamos una invitación adicional que, a 15 horas del mismo, sigue sin llegar. Quizás no llegue nunca.
Y lo que es peor: los periodistas elegidos serán llevados en autobús a las dos de la madrugada hasta el lugar del desfile, donde tendrán que esperar durante horas hasta que empiece la ceremonia sin que opción de moverse, beber agua ni ir al servicio. Además, parece ser que, quienes vayan, se mojarán de lo lindo.
Y ello en base a que, según anunciaron las autoridades comunistas, lanzarán los habituales cohetes con yoduro de plata para provocar lluvia en las nubes. La lluvia empezará esta tarde y continuará durante toda la madrugada para que mañana Pekín amanezca limpia y soleada. Así el festival nacionalista chino con tintes imperialistas será todo un éxito.
Ya saben, si la madre naturaleza osa entorpecer la juerga comunista, se la domestica y punto, que es lo que hicieron ya durante la ceremonia de inauguración de Pekín 2008. Ahora, son las 4,50 horas de la tarde en Pekín, 10,50 de la mañana en España, y aún no llueve en la capital, pero el cielo amenaza lluvia.
Pero qué quieren que les diga. Ojalá se les vaya la mano con los cohetes y caiga sobre Pekín un diluvio universal que ponga patas arriba la fiestecita privada del PCCh. El meteorólogo oficial acabaría en un campo de trabajo, o lo freirían en la silla eléctrica, pero sería un lujo para quienes no comulgamos con esta dictadura cruel e indigna.