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Channel: Fiebre amarilla
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Nieve de mentira en Pekín

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Pekín ha amanecido hoy cubierto de blanco. Así que, a las 7 de la mañana, degustaba un café delante de la ventana, disfrutando de una estampa inaudita en la capital china. Lo objetivamente feo mejora con el blanco elemento, sin duda, sobretodo a esa hora intempestiva en la que la nieve sigue mayormente virgen.

Unos 45 minutos después, salía de casa de la mano de mi hija, en dirección al colegio. El frío apretaba de lo lindo, siete grados bajo cero, pero como pueden imaginar la pequeñaja se recreó en cada minuto de la jugada. “Gusta playa, papá”, decía ante tanta novedad y en medio del disfrute.

En invierno, no suele llover ni nevar prácticamente nunca en Pekín, aunque hace un frío que se caen los pájaros. Así que semejante espectáculo fue muy bonito mientras duró, porque la decepción no tardó en llegar. Xinhua, la agencia de noticias, lo confirmó: la nieve que cayó durante la noche era artificial.

O sea, que 28 cohetes lanzaron 500 proyectiles de yoduro de plata a las nubes con el propósito de provocar lluvia y paliar la sequía que azota al norte de China. Ya saben, lo mismo que hicieron durante la inauguración de los Juegos Olímpicos: ametrallar con química a las nubes como si fueran disidentes o practicantes del Falun Gong, y teledirigir la lluvia.

Una cosa muy comunista, desde luego, eso de domesticar la naturaleza. En fin, que no entro a valorar el tema de la sequía esta vez, aunque habría mucho que hablar sobre lo que ha hecho el Gobierno para provocarla y lo poco para remediarla. Me quedo con una reflexión: una vez más, en China casi todo es mentira. Hasta la nieve es artificial.

Suerte que mi hija tiene poco más de dos años y no puede saber de dónde viene la nieve, ni le importa, ni lo entendería si se lo explicara. Porque claro, tiene que ser una desilusión que, siendo niño, te digan que la nieve es artificial. Que es una farsa, que no es nieve normal.

La verdad, a esa primera hora de la mañana, mientras pisaba esa nieve que ahora sé que iba hasta las cejas de yoduro de plata, les confieso que no las tenía todas conmigo, puesto que la nieve no era tan blanca, ni tan limpia, ni tenía el tacto apropiado. Qué iluso, no pensé que nos estarían engañando de nuevo.

Pero alguna sospecha se cocía en mi interior porque me sorprendí diciendo: “¡pero qué fea es la nieve china, joder!”


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